Pablo Genovés

En esta exposición nos adentramos en el universo particular de Pablo Genovés. Si bien lleva décadas interpretando el mundo que nos rodea desde su particular mirada, en esta ocasión sus ojos se centran en un espacio único: el Museo de Bellas Artes de Alicante.

Contemplaremos fotografías que ha concebido con un origen común: todas nos muestran obras de la exposición permanente El siglo XIX. La colección a la luz, unas veces reinterpretadas, otras fusionadas, y siempre modificadas para no limitarse a presentar algo concreto y real, sino para crear uniones que parecen imposibles. En propias palabras del artista estamos ante “Un pasado revisitado que se proyecta a un futuro incierto”.

Las obras en las que se ha inspirado Genovés son: San Lorenzo Mártir de Nicolás Borrás; Atardecer en Florencia de Francisco Bushell; Retrato de Amadeo I de Joaquín Agrasot; El enamorado de Plácido Francés; Marianela de Vicente Bañuls; Los primeros pasos de Lorenzo Casanova; Escena galante de Antonio Gisbert; Pandereta Lorenzo Pericás; Retrato de D. Rafael Beltrán Ausó (bebé) de José Ángel Laffaya; Alegoría de América y Alegoría de Asia de Vicente Suárez Ordóñez; Retrato de una dama de José Aparicio; Musa Urania de José Peyret y ¡Perdonar nos manda Dios! de Luis García Sampedro, depósito del Museo Nacional del Prado. Así como otros destalles ocultos que el artista invita a descubrirlos por el público.

Gracias a su síntesis de la expresión, el espectador podrá visitar estas salas desde una nueva perspectiva, a través de un recorrido compuesto por trece fotografías -realizadas especialmente para esta ocasión- que actúan como un instrumento que invita a la observación, incluso a veces a la reflexión, desatando nuestra curiosidad como si estuviéramos ante ensoñaciones.

Walter Benjamin decía que “si algo caracteriza las relaciones entre arte y fotografía, es la insoportable tensión que impone la fotografía de las obras de arte”. Esa tensión parece perderse cuando Genovés concibe una nueva creación que sale de otra ya existente. De esta manera, durante este proceso creativo el artista se apropia de elementos del museo y los dota de una nueva vida, aportando objetos externos emancipándolos de su aura. ¿La mítica muñeca Barriguitas en una pintura? ¿El ficus de los parques de Alicante invadiendo el mar? Relaciones impensables, atrevidas o desasosegadoras, que nos hacen ser un elemento activo en el museo, cumpliendo con lo que Stefan Zweig planteaba: “Ningún deleite artístico puede ser perfecto mientras sólo sea pasivo.  Nunca comprenderemos una obra con sólo mirarla.  Donde no preguntamos, nada aprendemos, y donde no buscamos, no encontramos nada”.